Drunkorexia: cuando el TCA y el consumo de alcohol se encuentran
Las personas que padecen un trastorno de conducta alimentaria suelen ver afectadas negativamente su sensación y percepción del placer y la recompensa. Por ello, en ocasiones aparecen casos en consulta en los que, como parte activa de la sintomatología, se recurre a al consumo de sustancias para intentar suplir esta carencia, con el objetivo hipotético de facilitar la autorregulación. Así, diversos estudios confirman que, en un contexto en el que existe un problema de consumo de sustancias comórbido a un TCA, éstas son principalmente tres: café, tabaco y alcohol.
Es frecuente que se dé un solapamiento entre el TCA y los trastornos por abuso de sustancias como el alcohol, ya que comparten sintomatología en algunos puntos. Estas sustancias aparentan de funcionar como un medio para la regulación emocional y la disminución de la sensación de tristeza, soledad e incomodidad. Sin embargo, al tratarse de componentes desinhibitorios, lo que ocurre en realidad es una suerte de “espejismo” mediante el cual la percepción de la confianza en uno mismo aumenta y se produce un falso impulso de la autoestima. Y en ese ámbito social en el que l@s pacientes tienden a trabarse, esto facilita enormemente las relaciones e incrementa la sensación de control, de saber encajar dentro de los grupos de referencia.
Otro de los motivos por los que durante el curso del trastorno se puede incurrir en un consumo excesivo de alcohol es el utilizarlo para facilitar la restricción, al proporcionar una falsa sensación de saciedad. En algunos casos incluso, se puede dar lugar a un trastorno secundario conocido como “drunkorexia”, caracterizado por la restricción parcial o completa de la ingesta de alimentos compensada con un consumo de alcohol casi diario o en grandes cantidades durante un período corto de tiempo.
Las consecuencias psicológicas de estas conductas alteradas pueden llegar a ser muy graves: alta irritabilidad, empeoramiento de la capacidad de concentración, perjuicio de la memoria a largo y corto plazo y aumento de la ansiedad basal. A pesar de la creencia de que el alcohol puede hacer más fácil de sobrellevar las emociones negativas asociadas al TCA, la realidad es que es común que se incurra en un peor manejo de éstas, al producirse cambios bruscos en el estado de ánimo y una merma en la autorregulación. Asimismo, el paciente puede sufrir un declive físico traducido en, por ejemplo, la disminución de la temperatura corporal, una pérdida de fuerza y coordinación, complicaciones digestivas que se suman a las propias del TCA, y, sobre todo, un empeoramiento en el proceso de desnutrición y/o deshidratación, haciéndolos más veloces e incisivos.
Desde la consulta de Psicología, la exploración detallada de este tipo de sintomatología secundaria al TCA es fundamental para elaborar un plan de intervención ajustado a las necesidades de cada paciente y, así, mejorar el pronóstico y facilitar la recuperación. En casos como estos, sale a relucir la importancia de contar con un equipo multidisciplinar que sepa abordar todo tipo de problemáticas conjuntamente, desde la parte más puramente alimentaria hasta el experto en adicciones.
