RRSS e imagen corporal: más allá del espejo digital

Estudiante adolescente ansioso

En un mundo en constante búsqueda de aceptación y refuerzo externo, las redes sociales funcionan como un arma de doble filo que permite manipular la realidad hasta convertirla en aquella que queremos que los demás vean. Son la herramienta que, mal utilizada, puede determinar cómo deberían ser nuestros cuerpos, qué ropa o maquillaje deberíamos usar o cómo tendríamos que comportarnos. Y este “espejo” digital tiene un precio: distorsiones en la autopercepción, inseguridades y, especialmente, una puerta de entrada a conductas de riesgo relacionadas con la alimentación y la imagen corporal.
Al respecto de esta premisa cabe preguntarse, ¿qué entendemos exactamente por imagen corporal, y cómo se relaciona con el uso de las redes sociales?

El concepto hace referencia no sólo a la imagen que construimos sobre nosotros mismos o al reflejo que devuelve el espejo, sino también a las opiniones, actitudes y emociones que éste nos suscita. Estas percepciones no son estáticas, sino que se van construyendo a lo largo de la vida, y es durante la adolescencia cuando se cimientan las bases del autoconcepto y se asientan las referencias sobre lo que querríamos ser.

Ahora bien, la construcción de la imagen corporal no depende únicamente de cómo nos vemos, sino también de con quién y cómo nos comparamos. La teoría de la comparación social (Festinger, 1954) arguye que las personas tienden a evaluarse a sí mismas tomando como referencia a los demás, especialmente cuando buscan definir su identidad o valorar sus propias características. En la actualidad, este proceso se intensifica a través de las redes sociales. La exposición al contenido digital de amigos, conocidos o figuras de referencia como celebrities e influencers mostrando apariencias y vidas aparentemente perfectas favorece la comparación social continua. Este mecanismo psicológico tiene un impacto directo en la percepción de uno mismo, ya que cuanto más se asumen como reales esas representaciones, más profunda se hace la brecha entre lo que somos y lo que creemos que deberíamos ser.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Vetamos las redes sociales?

Hay multitud de movimientos que abogan por la restricción parcial o completa de las redes sociales u otros tipos de herramientas digitales, poco conscientes de que es imposible tapar el sol con un dedo. Hoy en día, las redes sociales forman parte de nuestra vida cotidiana y resultan sin lugar a duda beneficiosas si se utilizan de forma moderada, consciente y crítica, como espacios de conexión con el otro, aprendizaje o entretenimiento. Un bate puede utilizarse para jugar al béisbol o para hacer daño a una persona, y en este segundo caso, no es al bate al que se juzga. El problema no es el instrumento, sino el uso que se le da. El objetivo final no debería ser la desconexión del mundo digital, sino el aprender a relacionarse con él desde la conciencia y el equilibrio.

Así, desde los espacios terapéuticos, tenemos la responsabilidad de guiar a nuestros adolescentes y jóvenes hacia una relación sana con las redes sociales, a través de intervenciones y talleres multidisciplinares que fomenten una mirada crítica del contenido digital y el cuestionamiento de la información recibida. En el área de los trastornos de la conducta alimentaria especialmente, es fundamental además promover la diversidad corporal y la autenticidad, animar a l@s pacientes a encontrarse con creadores que muestren distintos tipos de cuerpos, estilos de vida y experiencias, lo cual les ayudará a romper poco a poco con los estándares únicos de belleza y fortalecer la aceptación del propio cuerpo.

Promover la reflexión, la diversidad y la autenticidad puede ser la clave para que los espacios digitales dejen de funcionar como un espejo distorsionado y se conviertan en un reflejo más humano y ajustado de la realidad.

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